martes, 8 de abril de 2014

La venida de Dios al mundo (3 de 4) [José Martí]


5 de 7 (anexo 1)
6 de 7 (anexo 2)
7 de 7 (anexo 3)

C. SENTIDO DEL SUFRIMIENTO

Cuando sufrimos, si este sufrimiento (ayudados por la gracia divina) somos capaces de aceptarlo de corazón, por amor a Jesús  ... pues bendito sea tal sufrimiento: no por el sufrimiento en sí, lo que sería completamente absurdo (el cristiano no es un masoquista), sino porque sufriendo nos estamos uniendo al sufrimiento de Jesús, estamos compartiendo su Vida ... ¡lo estamos amando! ... ¿Y habrá algo más hermoso que el amor al Señor? Esa es la razón por la que el sufrimiento y la alegría, para un cristiano, no son incompatibles, en absoluto


Cualquier otra explicación que se le quiera dar al sufrimiento está abocada al fracaso. Según el mundo, el sufrimiento es absurdo y no tiene ningún sentido. Lo que, si se actúa con lógica y se lleva este pensamiento hasta sus últimas consecuencias, nada tiene de extraño que en aquellos países en los que se rechaza a Dios (que van en aumento) se esté implantando "legalmente" la eutanasia. Como digo, tiene su lógica: bajo una perspectiva atea y anti-Dios, ¿qué sentido tiene vivir cuando se está sufriendo mucho y cuando se sabe que tal sufrimiento va a acabar inexorablemente en la muerte, que es el mayor de los sinsentidos? ... Perodesde una perspectiva cristiana, sabemos que aquí estamos de paso: un cristiano que tenga fe, [una fe que debemos pedirle constantemente al Señor que nos la conceda y que nos la aumente] no debe tener miedo a la muerte. Y debe actuar conforme a las palabras de Jesús"No temáis a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; temed, más bien, al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno" (Mt 10,28). [Ése es el único temor que debemos tener, el que se refiere al "lago de fuego, que es la muerte segunda" (Ap 20,14)]. 


Al fin y al cabo"no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos en busca de la venidera" (Heb 13,14), pues "somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos también como Salvador al Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro cuerpo de bajeza en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas" (Fil 3, 20-21) 




Por lo tanto, tengamos siempre presentes, en nuestra mente y en nuestro corazón, estas consoladoras palabras que nos dirige el Señor: "Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Pues mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11,29-30). ¡Eso sí: tiene que ser su yugo! ... pues es el único que puede hacernos realmente libres. Cualquier otro yugo que nos busquemos, y que no sea el suyo, sólo puede conducirnos a la esclavitud, según nos dice la palabra de Dios: "todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8,34).


(Continuará)

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