jueves, 28 de enero de 2016

Realidad del pecado: la cruz de Cristo única salvación posible (1 de 11) [José Martí]


Enlaces a las distintas entradas sobre este tema:

La cruz de Cristo única salvación posible (1 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (2 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (3 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (4 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (5 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (6 de 11)




La cruz de Cristo única salvación posible (8 de 11)

La cruz de Cristo única salvación posible (9 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (10 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (11 de 11)


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El pecado es un “misterio de iniquidad” (2 Tes 2, 7) que sumergió al hombre en un estado de enemistad con Dios. De hecho, el pecado es la causa de todos los males, el único mal propiamente hablando. El hombre no quiso saber nada de Dios y Dios respetó su libertad para elegir (esa misma libertad que Él le había concedido al crearlo). Eligió mal y las consecuencias fueron desastrosas. Por los efectos que vemos: guerras, hambre, odios, sufrimientos, muertes, etc... podemos colegir algo de la iniquidad que supone el pecado. La Justicia divina tenía que ser satisfecha, pero el hombre, aun siendo el responsable de la ofensa, era -sin embargo- incapaz de tal reparación: Una ofensa infinita requería de una reparación infinita, según afirma santo Tomás de Aquino, cuya festividad celebramos hoy

No había esperanza para el hombre. Y es justo aquí cuando interviene Dios ... y lo hace de manera tal que no existe mente humana capaz de concebir este proceder de Dios: Él mismo se hace hombre, en la Persona de su Hijo. Y tomando sobre sí todos los pecados de la humanidad de todos los tiempos y lugares, como realmente suyos -no habiéndolos cometido-, se presenta ante su Padre como pecador -no siéndolo- y experimenta sobre Sí todo el peso de la Justicia de Dios. ¿Motivo?: su incomprensible y real amor por nosotros que le lleva a hacer suyos nuestros pecados, destruyéndolos en Sí mismo y posibilitando así nuestra salvación.

Sin embargo, casi nadie habla ya del pecado, como si éste no existiese y fuese un mero cuento o (admitida su existencia) como si el pecado no tuviese más importancia ... cuando fue la causa de que el mismo Dios -por Amor a nosotros- se hiciera hombre, en la Persona de su Hijo, dándonos así la posibilidad de corresponder a su Amor.

Sólo el Amor (en totalidad y en reciprocidad entre Dios y el hombre) puede destruir el pecado: “La caridad cubre la multitud de los pecados” (1 Pet 4, 8). Sólo el Amor de Dios -libremente correspondido por el hombre- hace posible la destrucción completa y total de los pecados, como si éstos nunca hubieran existido. Frente al “misterio de iniquidad” que es el pecado, no hay nada, humanamente hablando, que pueda hacerle frente. Se requiere de otro misterio, más grande todavía, que es el “misterio de Amor”, del amor que -increíblemente- Dios nos tiene, a todos y a cada uno ... pues sabemos que “Dios es Amor” (1 Jn 4, 8) y que, como dice san Pablo, “donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom 5, 20).

El grave -gravísimo- problema que tenemos todos los hombres en el mundo de hoy, pero los cristianos en particular, es que vivimos como si la vida fuese solamente ésta que estamos viviendo, en este instante, y no hubiese otra ... No somos conscientes de que aquí estamos sólo de paso y de que nuestra verdadera patria es el cielo ... Nuestra verdadera vida es estar junto a Jesús, sin posibilidad alguna de perderlo ... Cuando eso ocurra podremos decir, con la Esposa del Cantar, que "ha pasado el invierno y han cesado las lluvias" (Cant 2, 11), que "el arrullo de la tórtola se escucha en nuestros campos" (Cant 2, 12) y que "las viñas en flor ya exhalan su fragancia" (Cant 2, 13)

Si pensamos que sólo tenemos esta vida para vivirla, considerando que no hay otra, entonces todo queda reducido al "comamos y bebamos, que mañana moriremos" (1 Cor 15, 32). La comodidad, el bienestar, el pasarlo bien, el ser bien visto, la fama, el dinero, el poder, etc, se convierten en los únicos "valores". Sabemos muy bien que nada de eso podemos llevarnos al otro mundo: Sólo queda y permanece lo que hayamos hecho por Dios ... y por los demás, acercándolos a Dios. Cualquier otra cosa es tiempo perdido.

Y al decir Dios estoy pensando en el único Dios verdadero, que es Trinidad, esto es, Padre, Hijo y Espíritu Santo. O, para ser más explícito, estoy pensando en Jesucristo, el Hijo hecho hombre: "A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, él mismo es quien lo ha dado a conocer" (Jn 1, 18). Fue Él quien nos enseñó que Dios es Trinidad de Personas. Puesto que Dios es Espíritu y los espíritus, aun en el caso de que sean reales, no pueden ser vistos, Él mismo tomó un cuerpo como el nuestro, 
en la Persona de su Hijo, y se hizo realmente uno de nosotros, haciendo posible que pudiéramos verlo: "Felipe, el que me ve a Mí, ve al Padre" (Jn 14, 9). 


Si, para redimirnos del pecado, Dios -que es omnipotente- tuvo que proceder del modo en que lo hizo (¡y eso que es Dios, que todo lo puede!), no deberíamos albergar ninguna duda acerca de la insospechada maldad y gravedad del pecado como “misterio de iniquidad” que verdaderamente es. No acabamos de comprenderlo del todo, pero eso es normal, pues es lo propio de los misterios. Lo que no quita para que caigamos en la cuenta de que debe de tratarse de algo muy serio y extremadamente importante puesto que ha sido la causa que ha provocado cuanto de nefasto y pernicioso ha ocurrido en la historia ... hasta el punto de hacer "necesaria" la venida del propio Dios a este mundo. [¡Es un modo de hablar, puesto que Dios, aun siendo Amor, no estaba obligado a hacer lo que hizo!]. El tema del pecado es muy serio y no nos lo podemos tomar a la ligera ... que es lo que hoy se hace ... en el mejor de los casos ... pues son muchos los que niegan su existencia, lo que es aún más grave.



Pero ¿quién habla hoy del pecado? Prácticamente nadie.  Es más: según los "expertos teólogos progres" del momento, inficionados de modernismo hasta los tuétanos, resulta que no tenemos que preocuparnos ya acerca de lo que es o no es malo, puesto que Dios, que es bueno y misericordioso, siendo, como es, nuestro Padre, no puede consentir que nadie se condene. En otras palabras: todo el mundo se salva, lo sepa o no lo sepa; e incluso aun cuando no quiera salvarse. Este buenismo modernista aparenta ser más bueno que Dios mismo. Sin embargo, no deja de ser una invención humana y, en la medida en la que se opone a lo que Dios mismo ha revelado, es radicalmente falso.

Pues Dios, que es rico en misericordia, no ha dicho nunca lo de que todos se salvarán, sino más bien lo contrario: "Ancha es la senda que conduce a la perdición y son muchos los que entran por ella!" (Mt 7, 13). Estamos sustituyendo la Palabra de Dios, que nos ha sido revelada en Jesucristo, por lo que a nosotros nos parece que debe de ser: eso es engañar a la gente. Nos inventamos una "nueva religión", en la que lo entendamos todo ... pero la Religión verdadera, la que ha sido Revelada por el mismo Dios en Persona, ésa la olvidamos ... lo cual es de extrema gravedad. ¿Acaso no ha dicho Dios, por boca del profeta Isaías: "Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos" (Is 55, 8). Deberíamos de refrescar nuestros conocimientos y adquirir un mayor grado de formación acerca de nuestra fe o, de lo contrario, corremos el riesgo -culpable, en este caso- de ser engañados por los falsos profetas ... ¡y digo culpable porque si no ponemos los medios es señal de que, en el fondo -por las razones que sean- queremos ser engañados! ... y de eso sí somos responsables y tendremos que dar cuenta ante Dios.

Para los modernistas el tema del pecado es agua pasada: un hombre de nuestro tiempo no puede tomarse en serio esas cosas, que son leyendas antiguas, propias de gente inculta y supersticiosa, pero impropias de gente culta y formada. En otras palabras, para los modernistas no existe el pecado

Pero si no hay pecado, ¿para qué vino Dios al mundo? ¿Acaso no fue para salvarnos? (entre otras cosas). Y de hecho, las primeras palabras que pronunció Jesús cuando comenzó a predicar fueron éstas: "Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos" (Mt 4, 17). Pero, ¿de qué tenían que convertirse los judíos si resulta que el pecado es un cuento chino? 

El problema de fondo es que se ha perdido la fe y, junto a la fe, también la esperanza. No se cree en nada, porque no se espera nada. Se piensa, y se vive, como si todo acabara cuando acabe la vida, pensamiento éste que es propio de los que no tienen fe. Para el ateo el hombre no es un ser que está en camino hacia una meta. No hay tal meta. Todo debe ser explicado por el hombre desde el hombre, que es el único ser pensante que existe. Dios es una fábula. Si la gente quiere tener una "religión" ya nos encargaremos nosotros -los políticos o los filósofos- de inventarnos una o las que hagan falta ... para todos los gustos: que cada uno elija "la que le convenga" para que no le remuerda la "conciencia".

Las ideas aquí expuestas no son nuevas, pero hoy se está llegando a una situación de imposición de tales ideas a todo el mundo, lo quiera o no lo quiera. El relativismo, invento del hombre, ha llegado a alcanzar la categoría de "religión" y, además, será considerado como la única "religión" válida y como la única que tendrá que ser aceptada por todos. Toda "religión", para ser aceptada como tal, tendrá que adaptarse a este esquema relativista; y será rechazada cualquier otra religión que venga con pretensiones de ser la verdadera y única Religión, aquélla que señala el auténtico Camino para la salvación. En otras palabras, la Religión Católica que es, precisamente, la única que no es un invento humano sino divino, la única que puede considerarse como Religión, propiamente hablando, pues en su origen no se encuentran las palabras cambiantes de los hombres, sino la Palabra Revelada por Dios, aquélla que no cambia con el tiempo.

Esta rebelión abierta contra el Dios revelado en Jesucristo es la mayor que se ha dado en la historia de la humanidad, hasta el punto de que se intenta incluso borrar a Jesucristo de la historia, como si no hubiera existido, poniendo en duda su existencia histórica ... para lo cual se hace uso de todos los medios habidos y por haber ... unos medios que están en poder de los enemigos de Jesucristo y cuya influencia a nivel mundial alcanza unas proporciones difíciles de imaginar. La verdad sea dicha, este movimiento de rechazo de Jesucristo siempre se ha dado a lo largo de la Historia, puesto que no es posible pasar por esta vida sin definirse ante Él (supuesto que nos haya llegado su Mensaje): "El que no está conmigo, está contra Mí" (Lc 11, 23). 

Sin embargo, desde la Ilustración, hace poco más de dos siglos, tal movimiento se ha recrudecido y, en nuestros días, se ha llegado a unos límites de odio tan grande que difícilmente hubiéramos sospechado antes que tal acontecimiento pudiera darse ... pero está ocurriendo. Lo vemos todos los días. La apostasía generalizada y universal, que ya está en acción, viene acompañada de una fuerte persecución, violenta o no, contra todo lo sobrenatural. Y, para ser exactos, hay una lucha a muerte contra Jesucristo y contra todo aquél que confiese a Jesucristo, situación que se va agravando a medida que pasa el tiempo. Y los gobiernos no hacen nada para remediarla porque quienes están ocupando los puestos de gobierno son, precisamente, los primeros en alentar dicha persecución, de un modo más o menos encubierto.

El Diablo, auténtico Señor de este mundo, está cosechando un gran triunfo y se están haciendo realidad todos sus deseos ... entre otras cosas, porque no se cree en su existencia. De ese modo puede actuar más a su aire y con pocos o nulos obstáculos.

Lo más grave, sin embargo, es que el Príncipe de las Tinieblas se ha introducido también en el seno de la misma Iglesia, como caballo de Troya, lo que hace heroica la situación del cristiano que quiera mantenerse fiel a la Iglesia de siempre, puesto que son cada vez menos los pastores cuyo "mensaje" es el de Jesucristo y cuya palabra es Palabra de Dios.

Como decía Jesús, ciertamente "los hijos de las tinieblas son más astutos para sus cosas que los hijos de la luz" (Lc 16, 8). Y esto que ya era cierto cuando lo dijo ahora lo es en mayor medida. De ahí la necesidad urgente que tiene todo cristiano de vivir conforme al mandato expreso de Jesús, cuando dijo: "Vigilad y orad para no caer en tentación" (Mt 26, 41). Es preciso tomarse muy en serio esta advertencia pues es mucho lo que está en juego.


(Continuará)

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